Aventuras de un dominguero: CAMINO DE SANTIAGO

lunes, 19 de mayo de 2014

CAMINO DE SANTIAGO | Sarria - Ventas de Narón

Aproximadamente uno de cada cinco peregrinos comienza su peregrinación en Sarria. Posiblemente, el encontrarse a una distancia asequible de Santiago de Compostela: entre cuatro y cinco etapas; así como a esos 100 kilómetros de peregrinación mínima que exige el Cabildo Catedralicio de Santiago para otorgar la Compostela, la convierten en un lugar ideal donde iniciar el Camino.

En nuestro caso, el disponer de tan solo cuatro días para realizarlo, fue lo que decantó nuestra decisión. Así que al igual que la mayoría, iniciamos nuestra peregrinación en el lucense pueblo de Sarria.

Salimos de Sarria al amanecer, con unas nubes que aunque amenazaban con aguarnos el Camino (en los dos sentidos de la palabra), pronto dejaron paso a unos rayos de Sol, que increíblemente para lo que suele ser Galicia, nos acompañaron ya hasta nuestra meta en Santiago de Compostela.

Ese primer contacto con el Camino, recorriendo esas colinas tan características de Galicia, a veces por frondosos bosques, otras por verdes praderas... cruzando puentes con siglos de historia, cuyo único fin es facilitar nuestro trayecto, el camino de tantos y tantos peregrinos que hemos peregrinado por esos caminos... nos metió de lleno en la atmósfera del Camino, en esa soledad que da el caminar por lugares tan remotos, lejos de ruido y civilización... y a su vez, en ese compañerismo que ves en cada persona que adelantas, en cada grupo que cruzas, en cada compañero que camina con el mismo destino...

Al solicitar la credencial, nos habían advertido que teníamos que sellar en al menos dos lugares antes del kilómetro 100, si no queríamos tener problemas a la hora de pedir la Compostela, al llegar a Santiago. El primer sello lo hicimos en el hotel de Sarria y el segundo en un albergue situado en el kilómetro 108, donde aprovechamos para completar nuestra mochila con la típica concha que adorna el equipaje de todos los que caminamos a Santiago.

La mayor parte de los peregrinos que salen desde Sarria, finalizan su etapa en Portomarín, a 22,50 km. de Sarria, donde nosotros llegamos casi sin darnos cuenta, dejando atrás numerosos pueblos y valles por los que caminamos con ese ímpetu del primer día, sin regular ni guardar fuerzas... en este tramo, cruzamos el punto kilómetro 100, quizá uno de los mojones más fotografiados del Camino.

Iglesia de Santa María de Ferreiros

A Portomarín llegamos pasado el mediodía y aunque hubiese sido un buen lugar donde comer, optamos simplemente por hacer una pequeña parada, donde disfrutar al Sol de dos merecidas cervezas mientras contemplábamos la atípica iglesia de San Nicolás, con forma de fortaleza.

Con lo que no contábamos, mientras disfrutábamos de esa cerveza, es con que los próximos 10 kilómetros del Camino, hasta llegar a Gonzar, donde nos habíamos propuesto comer, eran todos hacía arriba... unido a que caminamos en las horas centrales del día, por una de las pocas zonas no sombreadas del Camino, bajo un intenso calor al que no estábamos acostumbrados, hizo que esa parte fuese uno de los tramos que menos nos gustó del Camino, posiblemente sea duro de por sí, pero a nosotros esas casi dos horas que tardamos hasta Gonzar se nos hicieron eternas.

Ya en Gonzar (kilómetro 32 de etapa) aprovechamos para comer. Gonzar debería haber sido nuestra meta en este primer día de Camino, pero no encontramos ninguna cama disponible, por lo que tuvimos que alargar la etapa un poco más, hasta Ventas de Narón (38,50 km desde Sarria), una pequeña aldea, donde nos alojamos en el Albergue Casa Molar (30€/habitación doble).

Para ser nuestro primer día, no estuvo nada mal, casi 40 kilómetros de etapa, que podríamos dividir en dos tramos, hasta Portomarín (km. 22,50), en el que caminamos a buen ritmo, atravesando bonitos bosques y praderas y desde Portomarín, donde el fuerte calor, unido a que el Camino dejó los bosques para continuar por un tramo menos bonito, junto a la carretera, hizo que nos costase un poco más de lo previsto.

Puesto que estábamos bastante cansados, aprovechamos la tarde para relajarnos al Sol, mientras descansábamos nuestras piernas, y nos acostamos antes incluso de que cayese la noche... no recuerdo haberme acostado tan pronto nunca, probablemente de niño, pero ha llovido mucho desde entonces...