Tras visitar Letonia, nos desplazamos unos 300 km. más al Norte, hasta la bonita ciudad de Tallín, capital de Estonia, la segunda de las repúblicas bálticas que conoceríamos en nuestro viaje.
Tallin fue una gran sorpresa, su casco antiguo "Vana Tallinn" es Patrimonio de la Humanidad y pasear por sus calles te hace retroceder a épocas medievales. Sus torres, sus murallas medievales, sus edificios góticos, sus iglesias, sus callejuelas... te hacen estar inmerso en un cuento.
Allí hicimos dos noches, tiempo suficiente para conocer a fondo la ciudad medieval, perderse por sus románticas calles, tomar algo caliente en una terraza de la plaza del ayuntamiento, visitar los edificios más emblemáticos e impregnarse de esa esencia medieval que rodea a toda la ciudad.
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Tallin, Puerta de Viru |
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Tallin, mercaderes junto a la muralla medieval |
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Tallin |
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Tallin, mercaderes |
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Tallin, Plaza del Ayuntamiento |
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Tallin, Plaza del Ayuntamiento |
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Tallin, Ayuntamiento |
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Tallin, murallas |
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Tallin, torres y murallas |
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Tallin, Puerta de "Gorda Margarita" |
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Tallin, Pasaje de Santa Catalina |
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Tallin |
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Tallin, Catedral de Alejandro Nevsky |
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Tallin |
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Tallin |
Una vez vista la ciudad, nos acercamos al helado Mar Báltico. La ciudad de Tallin me gustó y se la recomiendo a todo el mundo, es una de esas pequeñas joyas desconocidas y que una vez en ella sorprende; pero con lo que realmente me quedo de este viaje es con la sensación de caminar sobre el mar... Nunca pensé que llegaría a ver el mar congelado, ni mucho menos que llegase a tenerlo bajo mis pies...
Optamos por acceder al mar desde el barrio de Kadriorg, uno de los más exclusivos y elegantes de Tallin, donde se encuentran las mayores mansiones de la ciudad, tanto modernas como de hace cientos de años... entre ellas, cabe destacar el palacio de Catalina.
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Tallin, parque Kadriorg |
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Tallin, palacio de Catalina I |
Y una vez en el mar, esa impactante visión que es ver hielo hasta el horizonte... al principio caminamos con dudas, puesto que de romperse el hielo, la broma no sería de buen gusto, pero como entre tanto hielo no teníamos la certeza de donde terminaba la playa y donde comenzaba el mar, y que el hielo parecía sólido, al final nos soltamos y caminamos sin miedo cientos de metros mar adentro... lo dicho, caminar sobre el mar es una de esas actividades que tenia apuntadas en mi lista de cosas que hacer antes de abandonar este mundo, y es uno de los motivos por las que más destaco este viaje. Parece increíble que llegue a helar tal cantidad de agua en movimiento.
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Mar Báltico |
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Mar Báltico |
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